En la entrada del altiplano justo donde las calles se pintan de sol y el turquesa se hace uno con el rojo. Se puede ver la madre de las aguas de occidente y los cerros que celosos de sus pasos y las despedidas repentinas, aguardan. Es acá dónde se habla rojo la tierra es el color de la piel y el turquesa el agua que brota por su cuerpo. Es ahora la tierra de los girasoles, la sede de los suspiros aún no comprendidos.