Qué hay de
quienes nos enseñan a:
Labrar la
tierra y cosechar nuestros propios alimentos.
Que, en
muchos casos, empiezan a instruirte en cómo tirar las semillas de maíz y de
frijol a los surcos (porque eres principiante y/o porque eres -apenas- una niña
o un niño). Y tiempo después, ya te dan chance de hacer tus propios surcos,
sembrarlos y cosecharlos.
O,
Tejer
nuestras propias prendas.
Que, la
instrucción inicia desde cómo devanar los hilos; urdir el tejido; acomodar cada
instrumento propio para su elaboración (ch’eken, tzutzu’, kema’, aj, yuqu’,
etc.); tejer; hasta, finalizar la pieza (güipil, faja, cinta, etc.). Y el orden
es el mismo, independientemente de tu edad o género.
Aprendiendo a urdir un tejido. Agosto, 2019. Tomada por: Saqilri. |
Cuando
empieza la enseñanza-aprendizaje (muy bien aplicada), te van diciendo, por
ejemplo:
-Explicación
(teoría), y un: “mirá cómo lo estoy haciendo, porque después te toca hacerlo
solita/o”.
Y si en el
proceso, te distrajiste, te toca escuchar:
-“Por eso te
dije que vieras cómo lo hacía” (acompañado de gestos faciales, un tanto
amenazadores; pero siempre, con muy buenas intenciones).
-Explicación
(otra vez), y otro: “poneme atención pues”.
¡Ah! Por
supuesto, que, estos procesos de enseñanza-aprendizaje no se llevan a cabo
dentro de salones de clases, o, dentro de cuatro paredes. Sino, los escenarios
pedagógicos, se adecúan a la situación. Entre ellos: campos fértiles (pa
juyu’); patios o corredores de las casas; particularmente, al aire libre.
Y no hay
intención de encasillarles en un concepto “oficial-occidental” de “maestra” o
“maestro”. Porque, claramente, se alejan de él. Y distan, porque esa función de
enseñanza no se encierra en otorgarnos calificaciones para saltar peldaños que nos
permiten “ser alguien en la vida”.
Esa
enseñanza, por el contrario, nos permite aprender cómo vivir y entender la vida;
porque no se limita a enseñarnos a cómo cosechar nuestros alimentos o tejer nuestra
vestimenta. Además, que la figura de esa maestra o maestro de vida, se puede
materializar en tu padre, madre, abuela, abuelo, hermana, hermano, tía, tío,
líder o lideresa comunitaria, vecina o vecino, etc.
Claramente,
existe un catálogo diverso (muy diverso) que puede describir a una “maestra” o
“maestro”, desde diferentes percepciones. Porque estos, solo fueron otros dos
ejemplos.
Y pues, como la situación lo ameritaba, ¿por qué no empezar a
compartir letras, a partir de aquellas y aquellos (nada egoístas) que nos
enseñan desde espacios poco reconocidos pero vitales para vivir y vivir bien?
Viernes, 26 de junio de 2020
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