1. La pandemia intensificó las
desigualdades históricas y estructurales en todo el mundo. En Guatemala,
también propició un clima apropiado para profundizar aún más la corrupción.
La
crisis generada por el nuevo coronavirus que provoca la enfermedad denominada
COVID-19, evidenció la precariedad de todo un sistema, sobre todo que los
sistemas de salud de todo el mundo, tienen fuertes limitaciones, en cuanto a la
accesibilidad y cobertura. Esto, como consecuencia de lo aplacable que ha sido
la implementación de políticas neoliberales, lo cual ha llevado a una
progresiva privatización de la salud como servicio y bien público. Así mismo,
otros sectores como el laboral y economía informal, se han visto seriamente
golpeados y violentados en sus derechos, así como en sus ingresos,
condicionándolos a la miseria, hambre y agudización del empobrecimiento en un
contexto de crisis sanitaria.
En
el caso de Guatemala, además de enfrentar una crisis sanitaria, un sistema de
salud precario, son más visible todas las problemáticas con la que arrasan a
toda una nación, lidiar con problemáticas endémicas, como lo es la desnutrición,
el racismo, la discriminación, la desigualdad, la pobreza, falta de oportunidades
laborales y la vulnerabilización ante el cambio climático, que es evidente, cada
que ocurre un desastre natural.
El
Estado de Emergencia Nacional, permite que se haga una ejecución de los préstamos
sin fiscalización alguna, la discrecionalidad del gasto público solo genera más
desconfianza, ya que los funcionarios públicos favorecen a empresas oferentes
cercanas a sus círculos personales.
Este
contexto propicia un clima de irresponsabilidad civil, en donde las personas no
han sido la prioridad, permitiendo que las personas, bajo el argumento de subsistir,
no dimensione los riesgos de no acatar las disposiciones presidenciales -sean
moralmente solventes o no-.
2.
La necesidad de repensar “la
normalidad”.
Debemos
iniciar cuestionando ¿Qué es lo normal? Para poder cambiar y llevar a cabo la
transformación de los contextos actuales que nos perjudican como personas
individuales en la sociedad así como en la colectividad.
La normalidad tiene dos dimensiones: la económica
y la social.
- La económica no se refiere únicamente a retomar la dinámica laboral a la cual se está acostumbrado: dedicar cuatro a cinco horas diarias en el tráfico, trabajar jornadas extensas por un salario inapropiado e injusto bajo condiciones laborales precarias o inexistentes, etc.
- Social: continuar con la legitimación de actitudes autoritarias por parte de las autoridades locales o nacionales; seguir ejerciendo la indolencia como valor ciudadano, es decir, que no importa lo que pase a nuestro alrededor, siempre y cuando, esto no nos afecte directamente.
Repensar
la normalidad pasa por dos condiciones:
· primero Ejercer nuestra
ciudadanía para que, quienes tienen en sus manos la toma de decisiones, puedan
decidir con base en las necesidades reales de la población sin favorecer al
sector económico en detrimento del primero.
· Segundo, reevaluar
nuestra cotidianidad, es decir, cómo actuamos y nos comportamos en nuestra
comunidad, si contribuimos a tener una comunidad alegre, próspera, tranquila y
solidaria, o si solo contribuimos a que cada quien haga lo que se le de la
gana, haciendo lo mismo o solamente ignorándolo. De la mima manera exigir
nuestros derechos como ciudadanos para que verdaderamente se cumplan las
disposiciones legales que la Constitución establece como derechos humano e
individuales.
3. La pandemia como Oportunidad para Transformar El
Futuro.
Si
pasamos el complejo, pero no imposible proceso de reevaluar qué es la
normalidad para nosotros, podemos entonces, hablar del futuro. Sobre lo que
queremos y cómo lo queremos. Pareciera que es cliché al decir que “el cambio
empieza por uno mismo”, sin embargo, aunque no es así, tampoco quiere decir que
no sea de tal manera. Es la confluencia entre posibilitar un cambio
estructural, donde las condiciones permitan un cambio personal y colectivo,
donde ambas situaciones, puedan llegar a ser coherentes una con la otra, y de
esa nueva correlación, se pueda construir un nuevo país, y hablar del
desarrollo no en términos de infraestructura y oportunidades, sino de una nueva
forma de relacionarnos entre, para y por nosotros.
Estoy
convencida de que estamos en constantes cambios y de la misma manera dia a día aprendemos, empero para hacer de
esto una verdadera transformación de la realidad y no regresar a la normalidad,
debemos cuestionar nuestras actitudes y discursos. Ser y estar comprometidos
con nuestros deberes y obligaciones; así como exigir nuestros derechos y estar
en constante fiscalización de los que nos gobiernan, sobre todo necesitamos cambios
estructurales, cambios para que sean igualitarios, laicos, equitativos e
inclusivos.
4. La construcción de procesos propios de la
juventud, acorde a sus contextos (urbano y rural), y la posibilidad de
fortalecer las redes de apoyo.
La
juventud necesita construir sus propios procesos, y superar la etapa de
plantear propuestas esperando a que alguien más de respuestas a ello. De esta
manera, no solo estamos construyendo propuestas, sino también, las estamos
ejecutando, por lo cual, constituiría llevar a cabo procesos.
De
la misma manera, se pueden abordar diversos intereses y necesidades que la
juventud tiene: lo laboral, el ocio, el deporte, las artes, etc.
El
poder desarrollar procesos, implica que debemos solventar una necesidad, la de
organizarnos. Es por ello que, es necesario repensar nuestras organizaciones, y
empezar a virar el camino hacia la construcción de la autonomía económica,
donde podamos solventar nuestra necesidad de trabajo formal o de ingresos, y
así, podamos dirigir nuestros esfuerzos en otras necesidades e intereses de la
juventud, sin supeditar a la organización a los financiamientos externos.
Transformándome desde mis adentros...
Yuly Mucía.

Excelentes comentarios, Dios primero saldremos adelante. También vale la pena agregar que los únicos responsables de la situación es el pueblo de Guatemala.
ResponderEliminarFelicitaciones. Regresar a la normalidad no debería ser el ideal. El ideal debería ser reconstruir la sociedad para que al finalizar la crisis de la pandemia tengamos una sociedad incluyente, justa, equitativa, libre, tolerante y respetuosa.
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