En estos tiempos, velar a nuestros muertos, también se extraña.
Durante estos días de cuarentena, en
nuestro municipio, han muerto grandes personalidades. Que, de no ser por las
restricciones impuestas para velatorios y entierros, indudablemente, las filas
que hubiesen acompañado a sus familiares hacia los diferentes cementerios, habrían
ocupado cuadras de cuadras.
Ahora, también se llora por no poder
estar presente ni en los velorios, ni en los entierros; además de llorar por
las ausencias físicas que se volverán permanentes.
También, desaparecieron los anuncios
en los altoparlantes de las iglesias, que nos informaban cuando alguien había
fallecido. Ahora, nos enteramos de ese tipo de noticias ya sea porque fuimos a
hacer un mandado; “chij pila”; por medio de una llamada; o, porque alguien lo
publicó en el Facebook. Y las reacciones se reducen a suspiros y una que otra
queja/lamento de nuestra -nueva- realidad.
Lo de ahora es, colocar el ataúd en
la palangana de algún pick-up, rodearlo de flores y coronas; en otros carros,
un par de acompañantes (familiares, sobre todo); al llegar al cementerio,
envolverse con el particular frío de por allí; ver cómo tapan el nicho; y, regresar
a casa en los mismos autos que los llevaron.
Y del otro lado, sólo podemos observar
a través de nuestras ventanas, cómo pasan esos carros adornados de flores,
rostros que transmiten desolación, y un intento de transmisión de solidaridad a
través del intercambio de miradas. Nada más.
Lo que sí, es que, si el duelo lo
están viviendo personas que son nuestros vecinos, conocidos o familiares, la
solidaridad se sigue reflejando en: llevar una jarrilla de atol para los
dolientes, pan, jugos y/o unos centavos. Lo que es diferente, es el tiempo de
visita, que, ya no se prolonga. Se entrega lo que ya se mencionó y queda por
demostrada la empatía.
Irónicamente, cobra otro sentido la típica
y constante frase que mi abuela le recitaba a mi abuelo: “si no visitas, nadie
va a ir a tu entierro”.
Y que, mi abuelo entre risas
sarcásticas le contestaba: “a ver si no; sólo colocás un rótulo que diga “se
matará toro” y vas a ver que la gente va a abundar”.
Pues, en este mi amado pueblo,
acostumbramos a mostrar nuestra “humanidad” -dice mi mamá-, visitando a los
familiares de quien murió. Antes, durante y después del entierro. Y si existen “los
9 días”, también son momentos para acompañar. De esa manera, queda una deuda de
los actuales dolientes, para cuando muera quien visitó o algún familiar de
este.
He imaginado mi entierro. Y ya no sé
si pueda ser el mismo que existía en mi imaginación, hasta antes de la
pandemia. Ojalá pueda pasear en los hombros de buenos amigos, vecinos,
conocidos y familiares, envuelta entre lienzos rojos, azules y algunos collares
favoritos.

"Yatinb'isoj numama'". Pasu'm, 15 de mayo de 2018. Tomada por Saqilri.
Viernes, 24 de julio de 2020
Saqilri
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