Fue un día ajetreado,
Estuve frente
a cientos de personas,
Y aunque no
había hecho mucha actividad física,
Me sentía
pesada.
De regreso a
casa,
Comenzó a
dolerme la cabeza,
Lo único que
quería era tirarme en la cama.
Y pensándolo
bien,
No era la
primera vez que me pasaba.
Cada vez que
tengo actividades públicas,
Los síntomas
con los que regreso son los mismos.
Y si hay
algo que no me gusta (odio) en la vida es,
Tomar pastillas.
Pero, claro,
la hegemonía de la biomedicina nos ha dictado que,
Cuando sintamos
malestares físicos e incluso emocionales,
Unas pastillitas
son la solución.
Esa vez, no
quería ir a buscar dentro del botiquín “la solución”.
Hacía unos
días,
Sembramos en
el jardín una matita de ruda.
Que, por
cierto, con las lluvias de esos días, había crecido bastante.
Fui a
hablarle a mi matita de ruda,
Me disculpé
por tener que cortarle unas ramitas,
Pero, le
justifiqué que las usaría para mi mejoría.
Y que, por
favor, me ayudara a calmar mis dolencias,
Porque yo
sabía que ella podía hacerlo.
Solo tomé lo
necesario.
Coloqué las
ramitas de ruda dentro de un trapo,
Las envolví
para que quedaran en mi frente,
Y, me amarré
la cabeza.
Tal y como
lo hacía mi abuela.
Me acomodé
en la cama,
Porque yo sabía
que la ruda empezaría a actuar en cualquier momento,
Y me causaría
sueño.
¡Saaanto
remedio!
¿Has escuchado
que a las y los bebés los “ojean”?
Y que ¿con
ruda y otros elementos terapéuticos los curan?
Pues, bueno,
no sólo a ellas y ellos les pasa.
Viernes, 31 de julio de 2020
Saqilri
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